XVIII Capitulo General de la Compañía de Santa Teresa de Jesús

Clausura XVIII Capítulo general

PALABRAS HNA. Ángela Cuadra Cuadra stj, Coordinadora general 

Queridas hermanas capitulares, hermanas y comunidades de los diferentes lugares donde estamos presentes, familia teresiana, amigos/as que nos acompañan por medio de la transmisión en directo:

Acabamos de clausurar el XVIII Capítulo general realizado por primera vez en Jesús, Tortosa, en la casa del Padre Enrique de Ossó. Para todas ha sido muy significativo vivir este tiempo sintiéndonos cerca de nuestro fundador. En muchos momentos hemos estado orando junto a él, en un silencio seguramente lleno de palabras. Me atrevo a decir, que quizás sin darnos cuenta, él ha estado susurrándonos, aquellas palabras que dirigió a nuestras primeras hermanas: con amorosos ojos, os ha traído a Sí, A SU CASA, a su Compañía…, dad gracias a Jesús y Santa Teresa por tan singularísima merced… y no ceséis de corresponder con fidelidad a las que cada día os van dispensando.[1]

Sí, al finalizar el Capítulo damos gracias al Señor porque nos ha traído a su CASA, porque su Espíritu sigue recreando la vida de la Compañía y la sigue alentando para que nos ofrezcamos a este mundo, en las diferentes realidades donde estamos presentes, como cauces de una esperanza activa, creativa y profética. Y la experiencia vivida durante estas semanas, -creo que puedo decirlo en nombre de todas-, ha renovado en nosotras los deseos de corresponder en fidelidad a este Dios, que lo reconocemos caminando a nuestro lado, al lado de sus pueblos, comprometido con nuestra historia como Compañía y con la historia, conduciéndola; implicado y empeñado en hacer posible el sueño de una humanidad reconciliada, donde todos su hijos e hijas puedan gozar de “un lugar feliz”, una vida plena y abundante.

En estas palabras de clausura, quiero expresar algunos motivos de este GRACIAS y de esta CORRESPONDENCIA A LA GRACIA, que hemos vivido durante este tiempo:

En primer lugar, quiero agradecer, a todas las hermanas de la Compañía, a tantos laicos y laicas, a la familia teresiana, por el compromiso vivido a lo largo del año capitular, acogiendo con entusiasmo la invitación a “recorrer un camino de conversión hacia una nueva identidad comunitaria”. Agradezco, especialmente, a los equipos provinciales y a aquellas hermanas y laicas/os, por la creatividad que han tenido para favorecer diversos espacios de encuentro, de búsqueda conjunta, de diálogos iluminados por la Palabra y por tantas palabras, para discernir las respuestas evangélicas y carismáticas que Dios nos está pidiendo en el hoy de nuestra historia. El camino recorrido juntas/os, en actitud de escucha y discernimiento ha sido ya un camino de conversión personal y comunitaria[2], así lo hemos expresado aquí, aunque sabemos que es un proceso nunca acabado…. Nos llena de alegría y gratitud, que el horizonte inspirador y la opción capitular que hoy nos ofrecemos, sea, el fruto del discernimiento de muchas personas con las que hemos recorrido el camino durante este año capitular y no solo el fruto de esta sala capitular.

Un gracias muy especial, también a cada una de ustedes hermanas capitulares, por la actitud comprometida durante todo este mes; por la apertura, esa disposición de corazón que han tenido desde el primer día de nuestro encuentro, desde el minuto cero. Este modo sinodal de estar y discernir, ha hecho posible que hayamos vivido el Capítulo como una verdadera comunidad ampliada de hermanas, con un liderazgo compartido, sintiéndonos todas corresponsables de la vida del presente y del futuro de la Compañía, de la Familia Teresiana, de su misión, del don del carisma teresiano que hemos recibido como esos panes y peces, que aunque reconocemos que son insuficientes, hoy queremos ofrecer “como familia para que se multipliquen y se transformen en alimento y bendición” para muchos.

Durante estas cuatro semanas que hemos compartido juntas, Dios ha ido depositando en nuestros corazones los gérmenes, las semillas, -y podemos reconocer ya algunos brotes-, del horizonte que queremos que nos inspire y de la opción que deseamos nos comprometa en para los próximos ocho años de la vida de la Compañía:

  • Podemos decirnos, que hemos crecido, en conciencia de nuestra identidad comunitaria. La escucha de las diferentes realidades de las provincias y de los países donde estamos presentes, ha movido en nosotras deseos auténticos de “hacernos cargo”, nos hemos sentido un solo cuerpo preocupado por cuidar especialmente, aquellas partes más frágiles y necesitadas de nuestra familia.
  • Se ha ido generando entre nosotras una comunidad sinodal en la que nos hemos abierto a la escucha, al diálogo respetuoso y contemplativo, a la progresiva acogida y valoración de la diversidad y de esta interculturalidad que nos constituye, reconociéndonos unas a otras “tierra sagrada”, afinando la sensibilidad para integrar las diferencias, las opiniones minoritarias… aunque somos conscientes de que nos queda camino por recorrer, aprendizajes que adquirir, puentes que tender…
  • La escucha de la realidad que sigue gimiendo con dolores de parto, porque la vida de tantas personas y del planeta está amenazada, nos ha llevado a escuchar el llamado de Enrique de Ossó a “organicémonos” traducido hoy como “colaboremos junto con otros y otras, nunca solas, en la búsqueda del bien común y la construcción de la ciudadanía global” para que este mundo, herido, sediento de justicia, de paz, de inclusión…. pueda ver el multiforme rostro de Cristo en cada realidad. Somos llamadas a construir esta ciudadanía global con el sello de nuestra identidad cristiana y carismática. “Una ciudadanía con espíritu, donde el espíritu es el Dios que actúa en medio de nosotros, desplegando en cada persona y en el conjunto de la humanidad lo mejor de lo humano”[3]. Una ciudadanía que vive la cercanía afectiva a las víctimas, a los más vulnerables; una ciudadanía que practica el ejercicio real de la inclusión; que protege la dignidad de cada persona y que vive con arraigo local y compromiso universal.

Comprometámonos entre todas, a que las tareas que nos pueden llegar a abrumar en el día a día, no ahoguen todas estas inquietudes, deseos, sensibilidades tan en sintonía con la propuesta del reino de Dios y su justicia que se han avivado en cada una de nosotras.

Quiero dar las gracias, también, a tantas personas que nos han acompañado durante este tiempo con su oración, pienso especialmente en las casas de nuestras hermanas mayores que tienen esta misión y la viven con un gran sentido apostólico. Gracias a las hermanas de otras Congregaciones que nos han expresado su cercanía y su oración comprometida desde la conciencia de que somos una sola familia como vida religiosa. Gracias a todas las hermanas y tantas amigas/os que nos han seguido de cerca a través de las plataformas digitales. La tienda de esta comunidad capitular se ha ensanchado y eso nos ha llenado de alegría y nos ha animado continuamente en nuestro trabajo.

Un gracias también a los sacerdotes y obispos que han querido unirse a nosotras celebrando la Eucaristía; a Mariola López rscj y Patxi Álvarez sj por ofrecernos su luz en el proceso capitular.  Y también, damos las gracias a las hermanas con las que nos encontramos en Barcelona y Zaragoza.

Un gracias muy especial a las hermanas y personal de esta casa que, desde antes de venir, han preparado esta casa y durante este tiempo, nos han atendido con una gran delicadeza. Hemos hecho la experiencia de ser también comunidad ampliada, que, desde distintos servicios, hemos contribuido para que nos dispusiéramos de lleno a escuchar y discernir el querer de Dios.

Gracias a Lourdes por su servicio permanente, a tiempo y destiempo, en la secretaría técnica; al equipo de comunicación coordinado por Gema y apoyado también por Lourdes y otros laicos, porque han facilitado que pudiéramos compartir, el día a día, de nuestro caminar capitular. Gracias a Mariola por su servicio como secretaria del Capítulo que, también, ha supuesto horas extras de trabajo y a todas las hermanas que han sido fieles en revisar las actas, con un gran sentido de compromiso. También nuestro gracias a la comisión de trabajo del horizonte y opción capitular; a la comisión de coordinación, porque también ha acompañado este proceso velando y cuidando para cuidar hacia dónde caminábamos. Mi gracias especial para Asunción, Giselle, Raquel y para Tere Maya ccvi, nuestra asesora y facilitadora, por acompañarnos con su sabiduría, por esas puntadas que iban hilvanando el tejido de este proceso y por el necesario sentido del humor que le caracteriza a ella.

Un gracias muy grande y de corazón a las hermanas del equipo general anterior por todo su servicio a la largo de este sexenio. He sido testigo del amor a la Compañía expresado en el compromiso cotidiano de entrega. Y, estoy segura de que todas sentimos, como yo, la necesidad de dar un gracias muy, muy fuerte y especial a Asunción por estos doce años de servicio a la Compañía como Coordinadora general. He vivido con ella estos últimos seis años, y por eso estoy convencida, de que ha vivido los doce con una entrega total, sin reservas ni medias tintas, comprometida a tiempo completo con la Compañía, buscando incansablemente y con creatividad la novedad del Espíritu presente muchas veces en lo germinal, acompañando y atendiendo a cada hermana y provincia, como si en ese momento fuese lo único importante. Gracias Asun por este camino que has recorrido junto con tantas hermanas y personas y porque hoy pasas el relevo dejando una Compañía más ágil, más inclusiva y participativa, más fraterna y esperanzada.

Al terminar este Capítulo, sintiéndonos parte de la creación y de la comunidad humana, vulnerable y en continua movilidad, nos reconocemos sostenidas por un Amor que todo lo llena, está en todo y todo lo tiene en Sí. Experimentamos que la tienda del mundo, de la Iglesia, de la Compañía y de la Familia Teresiana se despliega al escuchar la llamada a una fraternidad universal. Para Enrique de Ossó el corazón de Teresa de Jesús, era un lugar de encuentro y universalidad. En la Revista Teresiana, hablando de Teresa, escribe:

“Entrad, amigos míos; no temáis estrecharos con la multitud. Todos tenéis lugar aquí. ¡Es el corazón universal del mundo! Todos caben en él: católicos fervorosos y tibios, judíos y herejes, […] justos y pecadores… a todos ama, a todos abraza, por el bien de todos suspira, cual tierna Madre que se desvive por el bien de sus hijos”.[4]Entremos en este corazón en el que cabemos todos y muy diversos; y desde él entremos en el corazón del mundo; caminemos en esta nueva corriente de la fraternidad universal a la que nos invita la Iglesia, en sinodalidad, con otros y otras, fortaleciendo redes, acortando distancias y haciendo todo lo que esté en nuestra mano para la reconstrucción del tejido social. Caminemos, con alegría y humildad, alentando esos lentos procesos de regeneración que la tierra y la humanidad necesitan, desde cada uno de nuestros lugares de misión, como las mujeres del alba que corren al encuentro de Jesús y traen con ellas a todos los que tienen su vida más amenazada. ¡Muchas gracias!

Tortosa, 30 de septiembre de 2023

[1] Documentos de Perfección. Carta a las Fundadoras.

[2] Cfr. Ventanas a la Sinodalidad, Introducción p. 29

[3] Alboan. Por un espíritu de ciudadanía y una ciudadanía con espíritu. Patxi Álvarez de los Mozos SJ

[4] Desde la Soledad. “El Corazón de Jesús de Teresa y el de Teresa de Jesús”. RT, n. 95 (agosto 1880), p. 281. RT, n. 11, (agosto 1873), p. 285).

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