El 30 de septiembre fue el último día del Capítulo general, día de la clausura, de la Eucaristía de acción de gracias, de ratificar todo lo acordado. Y también fue el día para ir nombrando y reconocer cuánto habíamos vivido y ante ello decir un profundo GRACIAS. Un gracias que queremos compartir.
Es verdad que el Capítulo general en una congregación es un momento de gracia y de presencia del Espíritu que marca la vida y la misión, pero la grandeza de ese tiempo no se genera solo en la sala capitular, sino que se construye y sostiene en lo pequeño y en lo que discretamente han vivido muchas personas.
Por eso, no podemos terminar las noticias del Capítulo sin dar un profundo gracias a nuestras hermanas. Sería largo enumerar todos sus nombres porque son muchas, pero sí podemos detallar nuestro agradecimiento. Gracias por el talante con el que vivieron el tiempo previo al Capítulo en el que tuvieron que convivir con las obras que se llevaron a cabo en la casa, gracias por las semanas en las que se emplearon a fondo para que todo estuviera listo. Gracias a las que prepararon los detalles de bienvenida y a las que los repartieron habitación por habitación, gracias a las que nos han facilitado todo lo necesario relacionado con las comidas, lavado de ropa, recados y compras, medicinas, gestiones necesarias, por las que ayudaron a preparar las excursiones y celebraciones en distintos lugares. Muchas gracias a nuestras hermanas mayores y a las que comparten la vida con ellas. Gracias por su presencia en la capilla, por encontrarlas tantas veces ante Jesús y ante San Enrique de Ossó, gracias por su paso lento por los pasillos, y su sonrisa, por la emoción y las lágrimas en la despedida. Gracias por los detalles en la capilla, por haber tenido siempre lo necesario para celebrar la Eucaristía o para orar. Gracias también a las hermanas que solo pudimos ver si subíamos hasta la enfermería porque ya no pueden salir de ese piso; ellas nos enseñan a entregar la vida hasta el final y a confiar en Dios; gracias a las personas que las cuidan con respeto y cariño. Agradecemos también la presencia y cariño de las hermanas de la comunidad del colegio de Tortosa, por sus detalles y presencia en momentos significativos del Capítulo, por abrir también su casa para visitas y encuentros.
Gracias al personal que trabaja en la casa, en cocina, en mantenimiento, en limpieza, en comedores, en el jardín, incluso al personal de empresas contratadas, a los que vinieron tantas veces para que internet funcionara, a los que nos ayudaron con temas de comunicación; ha sido una suerte compartir este mes con cada persona y aprender de ellas, de su profesionalidad, de dedicación y trato correcto, de sus sonrisas, de sus palabras amables, de su respeto ante el trabajo, de su esfuerzo por facilitarnos todo. Hablamos de ensanchar la tienda tantas veces, que quizá no nos damos cuenta, de que la forma más natural de hacerlo es encontrarse con personas que nos facilitan la vida y simplemente, pasan hasta dentro de nosotras mismas y forman parte de la memoria agradecida.
Cuando vamos a nuestra casa de Tortosa decimos que “vamos a la casa del Padre”. ¡Pero no hay padre sin hijos e hijas! Cada persona ha sido como ese hijo o hija que nos ha cuidado en la casa del padre, cada persona que vive o trabaja en ella nos ha hecho, simplemente, estar en casa. GRACIAS. La vivencia del Capítulo ha sido una experiencia que seguiremos leyendo y agradeciendo personalmente, pero todas las que hemos formado parte de ella sabemos que el Capítulo ha sido mucho más que lo vivido en la sala capitular. A cada persona que lo ha hecho posible y que ha entregado tiempo, trabajo, dedicación, cariño, oración y sacrificio: GRACIAS. Os llevamos a cada uno de los lugares donde vamos.
Hermanas capitulares
