El día 10 de junio nos encontramos por Zoom 29 hermanas y una laica. Un grupo muy heterogéneo de casi todos los países donde está la Compañía, sólo faltó representación de una Provincia.
El objetivo era reflexionar en pautas teresianas que podamos aplicar a las comunidades que acompañamos en nuestros servicios pastorales, centrándonos en la vulnerabilidad y la sinodalidad.
Comenzamos pidiendo el Espíritu y orando con este Dios Trinidad, comunión, que se hace vulnerable en la Creación abriéndose a una nueva relación con el ser humano.
Recordamos la importancia de formar comunidades, de caminar juntas y juntos, de configurar un nosotros y crear espacios de encuentro alternativos a lo que vivimos en nuestras sociedades.
Nos acercamos al tema de la vulnerabilidad de la mano de Lola Arrieta, con parte de la ponencia que tuvo lugar en un encuentro de la CLAR. De su mano descubrimos la vulnerabilidad como condición de oportunidad, distinto del ser vulnerado, como muchos de nuestros países tan sufrientes. Reconociendo la vulnerabilidad nos hacemos permeables, no como rocas monolíticas, interdependientes y nos situaremos empoderando, reconociendo la dignidad de cada persona.
Y con Pepe Laguna valoramos el situarnos “como Benjamina y no como Vitrubio” como seres humanos perfectos en comunidades perfectas. Nuestra humanidad se edifica sobre la vulnerabilidad, si esto es así, volvemos a preguntarnos: ¿por qué la vulnerabilidad, la interdependencia, la compasión y el cuidado no forman parte de nuestros mitos fundantes? ¿por qué hemos decidido definirnos como seres autónomos antes que como vulnerables? ¿no es posible pensar y edificar la polis, la comunidad, desde la «impotencia» de los cuerpos vulnerables?
Nos sumergimos de nuevo en la Sinodalidad con el artículo de Raúl Arderí sj, sobre las conversaciones espirituales, reconociendo lo que nos ha ayudado y nos sigue ayudando a dejarnos conducir por el Espíritu este método rescatado ahora por el Sínodo.
Dejándonos iluminar por estos y otros textos, al compartir nos dimos cuenta que no son “pautas” para nuestras tareas o comunidades de niños, jóvenes, adultos… ni siquiera para nuestras comunidades religiosas, sino un MODO de situarnos en la vida, en todas las relaciones: acogiendo, promoviendo, protegiendo e integrando, como base de una nueva identidad comunitaria. La escucha como actitud vital, caminando juntas en todos nuestros ámbitos y equipos de gobierno.
Hay muchas voces: desde las Conferencias de Religiosos, JCor, CLAR, Sínodo de la Sinodalidad, etc que nos impulsan y alientan. Unas veces nuestro actuar pasa por el profetismo y convertirnos en voz de los más vulnerados, otras por el trabajo pequeño de sostén y apoyo, pero como Compañía ya no nos podemos bajar de este carro sinodal aunque topemos con las realidades concretas de una iglesia muy clerical, paralizante, y aunque otras veces nos de vértigo la velocidad que parece que toman los cambios.
Queda en el aire la pregunta ¿cómo implicarnos como familia teresiana con lo diferente para hacer visible lo pequeño? Es el reto que no podemos olvidar: salir al encuentro de los más vulnerables, visibilizando lo pequeño.
Terminamos cantando que queremos seguir haciendo camino desde el despuntar del alba con ternura y coraje, con la osada confianza teresiana que nos da el Señor Resucitado.
